¿Esperamos a hablar al niño/a hasta que empiece el cole? ¡Por supuesto que no!! …
¿ No les parece una idea totalmente loca? Si, porque damos por supuesto que el bebé ya viene con estructuras cerebrales que le ayudan a entender el lenguaje, que se irá desarrollando paulatinamente a través del contacto social hasta su completa adquisición, e incluso el aprendizaje de más de un idioma. Esto que nos parece tan evidente no ocurre con la enseñanza de las matemáticas, ya que en la mayor parte de las ocasiones no se tiene en cuenta el sentido matemático innato con el que ya vienen los bebés.
¿A qué es debido? A que la didáctica matemática se ha basado tradicionalmente en las teorías de Jean Piaget que creía que la capacidad de pensar sobre el mundo en términos matemáticos aparecía alrededor de los 5 años de edad y que necesitaba la presencia previa de algunas habilidades de razonamiento lógico, como la “conservación del número”(Piaget, 1952).
Pero ya por 1980 Starkey y Cooper demostraron que los niños de 6 y 7 meses podían detectar cambios en el número de objetos presentados visualmente. Más tarde otros autores, (Butterworth, 1999) (Dehaene, 1997) afirmaron que nacemos con un módulo numérico que nos permite la comprensión de cantidades y sus interrelaciones. Ese módulo fue localizado en el surco intraparietal.
En definitiva, los bebés calculan!!!
La pedagogía matemática “clásica” no tiene en cuenta las matemáticas innatas del niño, no utiliza el andamiaje de circuitos neuronales sobre el que se construye conocimientos matemáticos más sofisticados a través de la experiencia, al igual que ocurre con el lenguaje. Hay un excesivo énfasis en conceptos abstractos y memorización de algoritmos.
Sin embargo, los niños entenderán mejor los conceptos y procedimientos matemáticos si se les permite usar su propio proceso del pensamiento para explorar las matemáticas (Kamii, Lewis, &Jones, 1993). Esto les permite hacer conexiones entre lo que ellos ya saben y sus experiencias de la vida real.
¿Han escuchado alguna vez contar a un niño/a … “nueve, diez, dieciuno, diecidos, decitres”…? En realidad, el sistema de numeración es un invento de la civilización, es un sistema socialmente construido, ¿porque no dejamos que los niños lo construyan a su manera a medida que experimentar con objetos y situaciones para que elaboren pensamientos matemáticos a partir de ellos?. Tienen toda la vida para aprender el doce, el trece, el catorce, etc…
Volviendo al cerebro y teniendo en cuenta la predominancia del lóbulo Parietal, encargado de captar la información táctil e integrar la información sensorial y de facilitar la comprensión, dando acceso al pensamiento abstracto, queda manifiesta la necesidad de las matemáticas manipulativas, en la que el niño/a palpa, toca, siente y es el protagonista de su propio aprendizaje.
Además, gracias a la neurociencia sabemos que hay más zonas cerebrales implicadas en pensamiento matemático, dependiendo de la actividad, por ejemplo en cálculos exactos (operaciones aritméticas almacenadas en la memoria verbal, como por ejemplo 2+2=4, o las tablas de multiplicar) se activa el giro angular izquierdo y para tareas de cálculo complejo también se activa la región inferior frontal izquierda (área vinculada a la memoria de trabajo y al procesamiento lingüístico).
Básicamente, el hemisferio izquierdo calcula (recordemos que en la gran mayoría de personas, el lenguaje reside en el hemisferio izquierdo) mientras que el hemisferio derecho hace estimaciones. Por esto, un niño con menores habilidades lingüísticas le puede resultar más complejo adquirir habilidades matemáticas sencillas, pudiendo sin embargo sobresalir en otra habilidad matemática clasificada como avanzada. De esta manera, queda patente la necesidad de tener en cuenta las inteligencias múltiples en la enseñanza de las matemáticas, procurando distintas estrategias pedagógicas. El papel y el lápiz no son suficientes.
Otra perspectiva que nos aporta la neuroeducación es la relación que tiene la motricidad, los reflejos primitivos y la lateralidad con el desarrollo del pensamiento matemático. Todos ellos afectan a la percepción espacio-temporal y a la conexión interhemisférica, imprescindibles para un buen procesamiento matemático. Un buen programa motriz asegura una adecuada maduración de los factores neuropsicológicos asociados a las habilidades matemáticas.
En definitiva, la neuroeducación nos ofrece la oportunidad de rediseñar un nuevo conjunto de estrategias pedagógicas que capaciten a nuestros niños y niñas a vivir las matemáticas desde la motivación y el descubrimiento del mundo matemático como una forma de comprensión del mundo real.
Susana Barriga López
Educadora infantil
Máster en Neuropsicología y educación.
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